CINE QUIMERA presenta el jueves 13 de agosto en la Biblioteca del INTEP :
EL FUEGO FATUO, Luis Malle, Francia, 1963
Por :Carlos Bonfil, periódico La Jornada, México.
El fuego fatuo, cinta que por momentos parece rendir tributo al cine negro, es en realidad un relato intimista, introspectivo, donde no sucede gran cosa y cuyas primeras escenas revelan la totalidad de la trama, dando a conocer no sólo la identidad de la víctima y el victimario (una misma persona), sino la fecha del acto suicida, un 23 de julio inscrito sobre un espejo. El resto de la película es el largo deambular de Alain Leroy por diversos barrios de París, con su última visita a amigos y amoríos, lo que incluye algunas discusiones cargadas de escepticismo y amargura, que revelan lo que interesa enfatizar al realizador: la incapacidad de amar del protagonista, su narcisismo de antiguo seductor venido a menos, de hombre carente de ilusiones e incapaz de comprometerse con alguna causa –un hombre vacío que lleva marcado en el rostro el signo de una derrota y también el de una muerte prematura e inminente. Una amiga suya (Jeanne Moreau) concluye al verlo: “tienes ya el rostro de un cadáver”. Un hombre con los días por él contados, que ha elegido para sí la libertad mayor de decidir cuándo poner fin a su vida, y que confrontado a antiguos camaradas suyos, militantes de extrema derecha, se burla de sus desesperadas actividades terroristas, concluida ya sin honor la guerra de Argelia, antes de decidir que el mundo para un hombre envejecido a los 30 años es un lugar lleno de miserias, y darse un tiro.
Maurice Ronet ofrece aquí su actuación mejor calibrada. Es él quien domina todo el relato, con su encanto turbio y sus arranques de cólera, seductor y misántropo: el erotómano “cubierto de mujeres”, que padece frustración profesional e impotencia (“bebo mucho porque hago mal el amor”), alter ego de un Louis Malle presa también en esos años de inquietudes existenciales. Las tomas nocturnas de París son memorables (fotografía de Ghislain Cloquet, con un toque de Brassaï), y la caracterización de Ronet, una muestra impecable de profesionalismo, pues el director le hizo perder 20 kilos para lograr el semblante demacrado que fascina y preocupa a quienes le rodean. Un muerto en vida en medio la vida trepidante de la bohemia parisiense, como la bella joven casi sonámbula que espera en las calles un veredicto fatal en Cléo de 5 a 7, de Agnès Varda. La última frase de Drieu en su novela El fuego fatuo es también la misma del Louis Malle guionista, confesión de un colapso existencial y afectivo. “Muero porque no me han amado, porque no los he amado”.
Maurice Ronet ofrece aquí su actuación mejor calibrada. Es él quien domina todo el relato, con su encanto turbio y sus arranques de cólera, seductor y misántropo: el erotómano “cubierto de mujeres”, que padece frustración profesional e impotencia (“bebo mucho porque hago mal el amor”), alter ego de un Louis Malle presa también en esos años de inquietudes existenciales. Las tomas nocturnas de París son memorables (fotografía de Ghislain Cloquet, con un toque de Brassaï), y la caracterización de Ronet, una muestra impecable de profesionalismo, pues el director le hizo perder 20 kilos para lograr el semblante demacrado que fascina y preocupa a quienes le rodean. Un muerto en vida en medio la vida trepidante de la bohemia parisiense, como la bella joven casi sonámbula que espera en las calles un veredicto fatal en Cléo de 5 a 7, de Agnès Varda. La última frase de Drieu en su novela El fuego fatuo es también la misma del Louis Malle guionista, confesión de un colapso existencial y afectivo. “Muero porque no me han amado, porque no los he amado”.
Lugar : Sala de lectura hora. 7 p. m.
Entrada libre