Cuento de nunca acabar
A Roldanillo la convirtieron en una aldea mágica, pero desgraciadamente ha sido administrada por los peores magos. Basta con mirar la considerable cantidad de obras devoradas por la maleza o dejadas ahí desde décadas atrás como monumentos a las tres “virtudes” de un buen político metido en la administración pública: la corrupción, el incumplimiento de sus promesas y la desidia crónica.
Lo más grave es que los roldanillenses se han acostumbrado a esa situación. De otra manera no se explica por qué un parque de tanta tradición como lo es el Eustaquio Palacios, más conocido como el parque de La Ermita, esté como está.
En abril de 2015 ―hace nueve años y siete meses― publiqué en este blog una denuncia que daba cuenta del deplorable estado del parque Eustaquio Palacios, más conocido como el parque de La Ermita. El 23 de julio de 2018 ―tres años después― repetí la nota y la ilustré con varias fotografías que apoyaban mi denuncia. El alcalde de esta aldea era… Sí, el mismo de ahora: el señor Jaime Ríos, quien al inicio de su primer mandato prometió que haría la reposición de las bancas destruidas o deterioradas. Aquí están las fotografías publicada en el 2018:
Hoy, 10 de noviembre de 2024, las cosas siguen igual. O casi igual, pues algunos vecinos se dieron a la tarea de recoger los escombros que daban mal aspecto al parque y causaban asombro a los turistas que se arriesgaban a dar una vueltica por esos lados. Es que, al parecer, los de la administración municipal no miran más allá de sus escritorios y nadie se pellizca para salir del marasmo burocrático.
¿A quién le corresponde el cuidado y mantenimiento de los bienes públicos del municipio? le pregunté a un par de viejos que en ese momento disfrutaban de las últimas etapas de su tour vivencial charlando animadamente en la esquina del parque, frente a la capilla."Yo no sé. A lo mejor a la alcaldía, creo yo, pero de allá no se asoman por aquí ni a tomar tinto” fue la respuesta literal de uno de ellos.
En el fondo deseé que esos viejos estuvieran equivocados. Pero la realidad nos golpea al ver que la desidia oficial solo nos deja ver los escombros. No hay disculpa. Si la hubiera, sería bueno conocerla para poder explicarle a los turistas por qué han pasado diez años y los pedazos de banca siguen ahí tirados en el mismo sitio, por qué está en estas deplorables condiciones un lugar que es de los más visitados por los que llegan aquí atraídos por la gran mentira de que este es un “pueblo mágico”, cuando en realidad es un pueblo más caro.
Las imágenes de hoy son estas:
Como esta son siete las bancas a las que les hace falta un apoya-brazos
Hasta hace apenas tres días los taxistas y la señora del Guanabanazo
se sentaban en esta banca. Hoy está así.
No obstante, el parque Eustaquio Palacios sigue siendo el referente de quienes, de tarde en tarde, buscan recibir los vientos del Pacífico, reinventar una charla tejida con anécdotas, alivianar el tedio de cada día o, simplemente, dejarse tentar por la oferta de un bocado de comida rápida. (¿Otro problema?).
El deterioro del parque, hay que repetirlo hasta que el alcalde medianamente logre entenderlo, no es de reciente data. Pero cada día que pasa se hace más evidente. ¿Imprevisión al momento de proyectar los recursos presupuestales? Lo que sea, se requiere la intervención inmediata de los que tienen que ver con la administración municipal, pues si bien su cuidado corresponde a los usuarios y a la comunidad en general, el mantenimiento de la infraestructura de los bienes que pertenecen al municipio es responsabilidad, precisamente, de… ¿De quién? Estoy seguro que no es de la Secretaría de Salud. Estoy seguro.
PD: Este texto, escrita y publicada el 23 de julio de 2018, es modificada para su actualización el 10 de noviembre de 2024. Se echa a andar el cronómetro.
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