E D I T O R I A L
Nos correspondió, en el inicio de este año, vivir una racha de violencia inusitada. Vidas jóvenes, casi siempre, segadas por la mano y alma infames del sicario, también joven. En Cali ha sucedido igual.
Qué triste destino el de un ser humano dedicado a negarle a otro, de hecho, el más fundamental de los derechos, el derecho a la vida. Nuestra sociedad, en mal momento, ha incubado este tipo de personas que sólo sirven para llenar de zozobra y desolación pueblos y hogares. ¿Qué nos ha llevado a esta situación? ¿La injusticia social?, ¿la propensión innata a la violencia o a la perversidad?, ¿la falta de educación? Cualquiera que sea la causa, los efectos, vistos a diario, son devastadores. Pareciera que esta situación vivida en nuestra nación no tuviera tregua y que nuestros hijos hubieran de crecer sin la seguridad de concluir su vida con la satisfacción y el sosiego otorgados por un natural y digno ejercicio vital.
¿A qué o a quién habremos de acudir?¿Cuál será la solución a tan enquistada violencia? ¿La Religión, la Política, la Ciencia tendrán la respuesta?; ¿quién la solución? Mientras tanto madres, hermanos, familiares y allegados, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, lloran a sus deudos y se hace continua e interminable la sucesión de muertes.
Ahora se celebra la expedición de la Ley de Seguridad Ciudadana que ha aumentado las penas por el porte ilegal de armas y obliga a los menores a cumplir la totalidad de la condena, hasta ocho(8) años por homicidio, así cumplan los veintiún(21) años, amén de sancionar con mayor severidad otras conductas delictivas.
Ojalá, en días no lejanos, podamos transitar sin temor, disfrutar de nuestra familia, convivir sin odios y aspirar a concluir nuestra existencia sin la abrupta manifestación de la violencia.