Concluye una década, la primera del Siglo XXI. Hace cien años, sin pensarse acaso, se cernía sobre Europa el negro nubarrón de la Primera Guerra Mundial, fenómeno repetido después. Millones y millones de muertos, vidas en ciernes truncadas, la debacle absoluta. Fue en siglo de guerras, estas se repitieron a escala en Corea, en España, en África, en América Central; en Colombia la hemos vivido a cuenta gotas, son más de cincuenta años de continuo desangre.
La miopía de nuestras clases dirigentes, la defensa a ultranza de sus mezquinos y propios intereses no ha permitido que Colombia, con toda su infinita potencialidad, ocupe en el concierto de las naciones un puesto destacado.
Hacemos votos para que con una visión de Estado más generosa y amplia nuestros próximos gobernantes y dirigentes encuentren un derrotero promisorio y la riqueza del país y sus oportunidades también sean para aquellos que sólo rumian frustración, la cual, muchas veces, conduce a la irracionalidad y al odio.
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