La colección del Museo
Rayo de Dibujo y Grabado latinoamericano es amplia y diversa, concentrándose en
artistas que fueron contemporáneos de Omar Rayo, quien conformó el cuerpo
inicial de este conjunto. Muchos de ellos fueron no sólo compañeros de
generación sino sus amigos y cómplices en distintos proyectos.
En esta ocasión se han
escogido maestros representativos de nueve países: Argentina, Colombia, Chile,
Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Perú y Uruguay, quienes han abordado la
figuración como una vía para reflexionar sobre la representación y sus
alcances. Esas opciones se perciben en un amplio espectro argumental con
propuestas que fijan la presencia humanística en el centro de sus intereses
como se puede percibir en la obra de Rufino Tamayo. En contraste las ofertas
surrealistas de Roberto Matta y Leonora Carrington, que apuntan a ilustrar los
sueños y el deseo como móviles privilegiados para enunciar sus reflexiones.
Raquel Forner después de dejarse seducir por varios ismos modernistas se decide
por un expresionismo exaltado y colorido. En contraste la producción de Julio Alpuy que proviene
de la experiencia constructivista se
soluciona a partir del ordenamiento de los espacios y del esquematismo en el
diseño de los personajes.
Las reflexiones y
aportes antes mencionados corresponden a los lineamentos emitidos dentro de la
modernidad, desarrollados en el tiempo hasta el fallecimiento de los autores.
Después de la segunda guerra mundial, nuevos impulsos animaron la práctica
artística. Alejandro Obregón y Fernando
De Szyszlo miraron el entorno y los ancestros para construir símbolos y alegorías. Sus trabajos
se convirtieron en nuevas opciones de nacionalidad. Luis Solari encontró en las
costumbres populares un referente. El humor y sarcasmo fueron ingredientes
activos en sus obras. Armando Morales y Mario Toral han acudido a la
representación evocando no solo la presencia sino la ausencia, las sombras y
los espejismos, favoreciendo las energías y el aura como móviles argumentales.
José Luis Cuevas se
decidió por la neo-figuración, caricaturizando la condición humana y
restableciendo sus encontrados y recónditos sentimientos. Francisco Toledo
dirigió su mirada hacía lo ritual y mágico para proponer íconos de corte
fantástico. Rodolfo Abularach asume aparentemente un solo argumento para
referirse al cosmos y la mirada mítica. Por su parte Antonio Seguí se localiza
en muchos de los argumentos del universo citadino. Los referentes del Pop – art
y el realismo fotográfico lo han seducido para finalmente generar sus propios
resultados. Liliana Porter advierte sobre la relatividad de la mirada y por
ende sobre la percepción misma, construyendo un trabajo fortalecido por el
conceptualismo.
El dibujo y las
técnicas gráficas como aguafuerte, litografía,
mixografía, aguatinta, serigrafía y offset se pueden apreciar como medios
propicios para la materialización de las obras. A través de ellas se consignan
las aspiraciones del arte producido desde Latinoamérica que ha podido cumplir
sus objetivos al desentrañar muchas preocupaciones del entorno, concretando
lenguajes determinados y pudiendo diferenciarse.
Miguel
González
Curador
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