ÁRBOL
Un árbol que yo misma sembré
se vino abajo
bajo el cielo
de enero.
En las tardes
fue un guardia dirigiendo
el tráfico del viento
y en la noche,
portero vigilante que entregaba mis llaves
a los astros sonámbulos.
No amanecía la dulzura de la lluvia
sin entreabrir primero sus pestañas,
y cuando el sol jugaba por mi césped,
mi cotidiana lámpara
era su copa iluminada.
Era el lindero de la ausencia,
la sombra de mis huellas
en la tierra.
Señalando el horizonte me llevaba
más lejos que mis sueños,
y era la voz del aire
si hacíamos silencio.
Pero hoy, hacia la tarde,
dirigiendo su paso por mi calle,
lo atropelló la brisa de repente,
y era tan alto y tan abierto
que no pudo apoyarse entre mis manos
y se me vino al suelo
¡ irrevocablemente !
Olga Elena Mattei.
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