Fue Charles Danah , editor del diario The Sun, quien acuñó esta frase célebre: "noticia no es que un perro muerda a un hombre sino que un hombre muerda a un perro".
Los sucesos insólitos siempre han tenido acogida en los medios. He aquí, a manera de ejemplo, algunos hechos curiosos que le han dado la vuelta al mundo: el empresario David Roberts creó un hotel de lujo para gallinas; el camarógrafo Clayton Bennett fue demandado por una pareja de recién casados, debido a que olvidó grabar la entrega de los anillos.
Entre nosotros, los colombianos, los sucesos insólitos suelen tener un tinte tragicómico: un día dos amantes son mordidos por una serpiente venenosa dentro de un motel llamado El Paraíso; otro día unos esposos humildes se arruinan al festejar por error, en tremenda pachanga, una lotería que no se ganaron; más tarde varios vendedores del mercado público mueren borrachos después de consumir licor adulterado.
Luego vemos por televisión al conductor de un coche fúnebre que se va de parranda con el cadáver dentro del vehículo.
Hay un acontecimiento extraño que no encaja en ese molde melodramático: Usiacurí, bello pueblo del departamento del Atlántico, lleva casi once años sin registrar ni un solo homicidio.
Que no maten a nadie en Costa Rica, terruño conocido como la Suiza de Centroamérica, vaya y venga.
Que la noticia más triste del año en la pacífica Finlandia sea que un anciano enfermo de alzhéimer se extravió en la calle, es un asunto normal.
Pero que en Colombia, país con una tasa anual de homicidios de 81.7 por cada 100 mil habitantes, exista un lugar en el que la gente no se asesina ni por celos, ni por codicia, ni por ira, ni por pillaje, ni por vandalismo, es algo grandioso.
En el resto de Colombia hemos visto las peores atrocidades de que se tenga memoria en el planeta, desde el crimen de una anciana con un collar-bomba hasta el estrangulamiento de una niña dentro de una estación de policía.
Así que el respeto de los usiacureños por la vida es un hecho que no debe resultar inadvertido.
Un hecho exótico, insisto, pero también maravilloso.
Ya desde finales de los años 90, Usiacurí venía generando este tipo de noticias gratas. En aquella ocasión el juzgado promiscuo municipal fue cerrado, debido a que se consideró que los tranquilos habitantes no necesitan un juez para dirimir sus diferencias.
Usiacurí es un pueblo laborioso que deriva el sustento, sobre todo, de las artesanías construidas con palma de iraca. Acaso al pasarse los días tejiendo, sentados a las puertas de sus casas, los moradores desarrollan la paciencia de Penélope.
Sus manos, pájaros comandados por la humildad y el talento, están demasiado ocupadas creando belleza como para ponerse a empuñar un machete contra el prójimo.
En estos tiempos tan ruines, Mr. Charles Danah , hay que brindarle mayor atención a gente como los usiacureños, que no necesitan ni morder a los perros ni morderse entre ellos para ser noticia.
Los sucesos insólitos siempre han tenido acogida en los medios. He aquí, a manera de ejemplo, algunos hechos curiosos que le han dado la vuelta al mundo: el empresario David Roberts creó un hotel de lujo para gallinas; el camarógrafo Clayton Bennett fue demandado por una pareja de recién casados, debido a que olvidó grabar la entrega de los anillos.
Entre nosotros, los colombianos, los sucesos insólitos suelen tener un tinte tragicómico: un día dos amantes son mordidos por una serpiente venenosa dentro de un motel llamado El Paraíso; otro día unos esposos humildes se arruinan al festejar por error, en tremenda pachanga, una lotería que no se ganaron; más tarde varios vendedores del mercado público mueren borrachos después de consumir licor adulterado.
Luego vemos por televisión al conductor de un coche fúnebre que se va de parranda con el cadáver dentro del vehículo.
Hay un acontecimiento extraño que no encaja en ese molde melodramático: Usiacurí, bello pueblo del departamento del Atlántico, lleva casi once años sin registrar ni un solo homicidio.
Que no maten a nadie en Costa Rica, terruño conocido como la Suiza de Centroamérica, vaya y venga.
Que la noticia más triste del año en la pacífica Finlandia sea que un anciano enfermo de alzhéimer se extravió en la calle, es un asunto normal.
Pero que en Colombia, país con una tasa anual de homicidios de 81.7 por cada 100 mil habitantes, exista un lugar en el que la gente no se asesina ni por celos, ni por codicia, ni por ira, ni por pillaje, ni por vandalismo, es algo grandioso.
En el resto de Colombia hemos visto las peores atrocidades de que se tenga memoria en el planeta, desde el crimen de una anciana con un collar-bomba hasta el estrangulamiento de una niña dentro de una estación de policía.
Así que el respeto de los usiacureños por la vida es un hecho que no debe resultar inadvertido.
Un hecho exótico, insisto, pero también maravilloso.
Ya desde finales de los años 90, Usiacurí venía generando este tipo de noticias gratas. En aquella ocasión el juzgado promiscuo municipal fue cerrado, debido a que se consideró que los tranquilos habitantes no necesitan un juez para dirimir sus diferencias.
Usiacurí es un pueblo laborioso que deriva el sustento, sobre todo, de las artesanías construidas con palma de iraca. Acaso al pasarse los días tejiendo, sentados a las puertas de sus casas, los moradores desarrollan la paciencia de Penélope.
Sus manos, pájaros comandados por la humildad y el talento, están demasiado ocupadas creando belleza como para ponerse a empuñar un machete contra el prójimo.
En estos tiempos tan ruines, Mr. Charles Danah , hay que brindarle mayor atención a gente como los usiacureños, que no necesitan ni morder a los perros ni morderse entre ellos para ser noticia.
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